Vivencia: Barquito
Motril, Adra, Isla de Alborán, Melilla, Ceuta, Puerto Banús y vuelta a casa
Este año hemos hecho millas como nunca, recorriendo el final del Mare Nostrum, de un lado África, del otro Europa, y allá enfrente … Gibraltar. La sorpresa de Alex Ubago en Adra, navegar por el mar de Alborán, el digno y solitario islote, la éxotica Melilla, la sorprendentemente cosmopolita Ceuta, el glamuroso Puerto Banús, las calas de Málaga. Y por supuesto, la travesía nocturna por aguas marroquíes. La noche, ¿nos confunde? Seguid leyendo, y juzgad vosotros mismos.
UN NUEVO CAPI: José
José se esconde detrás del timón. ¿Será que es tímido? ¿O será que no lo quiere soltar ni para la foto porque sabe que Carmen está al acecho?
Como bien dice Susana, Jose nos ha hecho ver la luz, después de tanto tiempo engañadas. Y es que se puede ser capitán y cazar y largar cabos, adujar amarras, sacar y guardar defensas, preparar el aperitivo, o, sí, amigos, incluso calzarse los guantes de fregar. Ya sabes Pedro, el año que viene, el camino de Santiago desde Roncesvalles.
Aunque se nos haya caído al agua. Pero eso es otra historia. En fin, aquí Jose, uno más.
Vista del Puerto Deportivo de Motril. Al fondo la torre de control.
Vista del área de las instalaciones
Vista del Puerto de Motril y Sierra Nevada de fondo.
Mas empecemos por el principio. En carretera hacia Motril, Carmen, Juanjo, Nacho y yo -hablando con el móvil casi hasta Aranjuez, qué agobio el trabajo, se resistía a dejarme ir- nos enteramos por Juanjo de que hay arquitectura sexista, de que Nacho ha hecho un curso de buceo este verano.
Susana y Rafa van por libre, juntos pero no revueltos, bajan en dos coches desde Murcia, eso sí, paran a tomar café juntos. Susana va escuchando a Luis Miguel, Rafa no sabemos. Llegamos a Motril y nos presentamos al capi, su compañera y su hija, están terminando de prepararnos el barco. Nacho se agobia un poco, le parece todo muy muy pequeño y que el barco se mueve mucho. Nuestra inquietud crece. El barco está en puerto y hay calma chicha. Susana y yo empezamos a temer que deberíamos haber metido el kit de enfermeras.
Reparto de camarotes, Carmen organiza la rifa y tras algunos percances logramos sortear. ¡Bien, me ha tocado el camarote de proa con Rafa! Otras no han tenido tanta suerte, ¿verdad, Carmen? Salimos a fundir Motril. Según me informa mi hermana hace un par de días (a buenas horas) hay una iglesia en el centro del pueblo bastante interesante … que nos pasa desapercibida, claro. En cambio podemos recomendar un bareto en la playa llamado “Hoyo 19”, ¿verdad, Susi? Aunque la noche está llena de anécdotas: el repentino interés de Rafa por los ventiladores, la mágica luz de la luna sobre la playa … Lo siento, no tenemos fotos. Resumiremos contando simplemente que Susana triunfó, aunque seguramente Rafa podría contaros mas detalles, ¡qué parabólica tiene el amigo!
¡Pierdo el pijama en las duchas! A Rafa parece que le hace gracia.
Por fin salimos a navegar, tras perder durante la mañana a Nacho en favor de las cuevas de Nerja, hacer la compra, recuperar a Carmen de la resaca, finalmente llega Nacho cual hijo pródigo in extremis, cuando estamos a punto ya de zarpar y el capitán saca el barco de puerto, las velas, ha puesto rumbo y está en la escalera preguntándonos qué queremos de aperitivo. ¡Todo antes de que siquiera nos pongamos los guantes!. Informamos cordialmente al capitán de que, en fin, mejor que nos dé algo que hacer, no somos precisamente un grupito donde predomine la calma, es mejor tenernos ocupados. ¡Que queremos trabajar! Recibimos un mensaje de Pedro, ¿Qué lleva puesto Susi?
El primer día tranquilo, sorprendentemente el nuevo no se marea. Llegamos a Adra al anochecer, ¡agotados! Las duchas son un asco, yo prefiero ducharme en el barco. Además recibo un extraño mensaje de Buílla. Más tarde me entero de una curiosa apuesta. Me parece que estos chicos se están equivocando …
¡Alex Ubago cenando en el club náutico de Adra!
Estamos agotados, tras un encuentro con unos pescadores que le regalan a Carmen una controvertida piel de morera nos retiramos al barco donde nos tomamos tranquilamente una copita … o dos. El capi al principio no quiere acompañarnos, que hace mucho que no toma licores fuertes, que le van a sentar mal, pero finalmente acepta un roncito … y dos. Yo me retiro, me meto en el saco de dormir y me duermo sin esperar a Rafa, con el pijama de repuesto, el de invierno (je, je)
A la mañana siguiente el capi demuestra que nos ha tomado bien la medida, para cuando queremos reaccionar está sacando el barco de puerto, apenas recién desayunados, nos ponemos el biquini ya en marcha. Rumbo sur, 180 grados clavados. Destino: Alborán.
Navegando por el Mar de Alborán el capi avista una enorme tortuga. Juanjo y él se lanzan al agua. La tortuga consiente, paciente, nuestro interés durante un rato, pero al cabo se cansa y se sumerge, veloz, perdiéndose rápidamente de vista. Como dice Juanjo al salir, lo que piensas mientras hace el fundido en negro es que si “algo” estuviera subiendo a la misma velocidad en ese momento, no lo verías hasta que …
En fin, qué más da que estemos en aguas de profundidades insondables -literalmente-, hace calor, ¿no?, pues al agua todos. Bueno, casi todos. Alguna no se bañó en todo el viaje.
Al atardecer cae mucho el viento, el capi propone sacar el spi, ¡qué emoción! ¡Y encima estoy llevando yo el timón!
¿Sobre qué estará meditando Juanjo, tan pensativo, mientras Jose prepara los cabos para sacar el spi?
Bueno, lo del spi, una maravilla, un invento, no hubiéramos navegado ni la mitad de la mitad si no hubiéramos llevado esta vela, mucho más difícil de controlar, pero un gusto, oye. En cuanto tenga cobertura pongo al día a Pedro y a Julián.
Llegamos al islote de Alborán revolucionando al personal, es un enclave militar y no podemos desembarcar. Es más, al acercarnos nos llaman por radio preguntando nuestras intenciones. El capi quiere saber, supuestamente de parte de las chicas, si hay marcha en la isla. Suficiente para que todos los soldaditos salgan de la guarnición y, prismáticos en ristre, se pasen un par de horitas vigilando el barco. Susi se pasa más o menos el mismo tiempo mirando hacia tierra.
En realidad no hay mucho que hacer, no hay cobertura para los móviles, vemos la puesta de sol mientras cuento lo del rayo verde, ya sabéis, no puedes saber si estás verdaderamente enamorado, y por tanto, no podrás casarte, hasta que no veas el rayo verde, el último rayo de sol sobre el mar, en el ocaso, que no es dorado, ni anaranjado, ni rosa ni salmón, sino verde. Los chicos aseguran todos a una que no han visto nada. El mar en calma.
Después de cenar “madame” Merche ejerce sus dotes adivinatorias. Vaya con Jose, lo que nos revelan las cartas. En cambio, Rafa, … que no, que este no es su viaje. Y Juanjo, rollo seguro con Susi. ¿Seguro que estabas pensando en Susi?
Después de bastantes copas y de sacarle a Nacho los detalles de su historia con su ex-novia, las chicas me lían para que me ponga en la radio. Juanjo hace ya rato que se ha retirado a dormir y Rafa le ha seguido poco después, Jose, Nacho y nosotras ya llevamos unos cuantos rones. He de reconocer que tuve bastante éxito, los soldaditos de Alborán no dieron señales de vida, pero me insultó un marinero ruso y nos enteramos de la vida y milagros de Juan y Fernando, dos pescadores que estaban faenando en aquellas aguas. Juanjo dice que si alguna vez me quedo sin trabajo me puedo emplear en un 906, que tengo una voz muy sexy. Pero a pesar de que les invitamos, Fernando y Juan no se pasaron a tomar la “última” y ni siquiera me han enviado la foto del pesquero que nos prometieron.
A la mañana siguiente, resacosos, levamos anclas y dejamos Alborán. Los soldaditos hacían footing arriba y abajo de la isla y nos observaban con los prismáticos.
¿Os habéis fijado? Carmen lleva pijama nuevo.
Por cierto, Rafa y Carmen se habían quemado de lo lindo el día anterior y aquí llegó el mote de Rafa, conocido de ahora en adelante como el Gambón del Mar Menor, y cuyo eslogan es “Lleváme a casa” (pronúnciese con acento argentino).
Rumbo a Melilla, otras 50 millas. Para comer, guacamole. El capi, sorprendido por nuestras habilidades culinarias, toma nota de la receta.
¡Delfines!
Al llegar a Melilla, mientras deambulamos como patos mareados por la bahía buscando la entrada al puerto deportivo se nos cruza una patrullera marroquí ¡Menudo susto! Resulta que no toda la bahía es Melilla, la parte de la izquierda es Nador, y claro, están patrullando sus aguas, pero de esto no nos enteramos hasta el día siguiente. Por fin hay cobertura y nuestra más estilizada marinera se apresura a llamar, ¿Con quién estará hablando? Por cierto, que acaba de soltar el timón después de 15 horas de navegación ininterrupida.
¡Duchas, por fin!, después de dos días con el salitre del bañito en alta mar encima. Arregladitos, salimos a cenar. Por cierto, vestuario común, nos enteramos de los secretos del neceser de Juanjo. ¿Que cuáles son esos secretos? Susana lo resume estupendamente: “Este chico se cuida más que yo”. Baste decir que lleva dos tipos de limas de uñas. Al lado de esto el set de tres toallas de su prima palidece. El grumete está horrorizado ante la perspectiva de compartir duchas con las chicas y en un santiamén está niquelado de vuelta al barco. No le hemos visto ni el flequillo.
¡Aarggghhh!, Melilla está llena de cucarachas. Cenamos estupendamente en un sitio sucio, eso sí, pero con un marisco fresquísimo y buenísimo. Ya se sabe que después de un par de días en el barco pierdes todo escrúpulo, lo cual nos vino estupendamente. No había nada abierto por ser lunes, salvo unos bares muy chic en el puerto. Me quedo dormida sentada en la terraza, sobre el hombro de Rafa, no mucho más despierto, pese a lo cual me bebo obedientemente las dos copas que, sucesivamente, ponen ante mí.
A la mañana siguiente me despierto al alba como una rosa presta a turistear Melilla. Juanjo, Nacho y Rafa ya están en pie, salimos los cuatro y nos pasamos la mañana (Juanjo no nos dejó tomar ni un mal café hasta que salimos del casco antiguo) viendo Melilla: los fuertes del casco antiguo, los aljibes, y ya en la zona nueva, la mezquita, la iglesia, el oratorio hindú y la sinagoga, con delegación de Hacienda en los bajos incluida, infelizmente todo cerrado pues se nos hizo la hora de comer. En algún punto del camino nos reunimos con Susana y el capi que, algo más tarde y tras un suculento desayuno, también se habían decidido a explorar la ciudad. Al llegar al barco un pequeño problema técnico: el SuperSol estaba cerrado. Y me dice el amigo que ya se lo venía él venir. ¡Casi le estrangulo! Por suerte encontramos otro super, hicimos la compra y partimos, rumbo a Ceuta.
Y qué decir de tan mágica noche. Una travesía de unas treinta horas da para mucho. Las estrellas brillaban en el firmamento. Soplaba una suave brisa, navegábamos de través. Nacho casi quema el barco preparando unas salchicas con cerveza, pero como que voy a pasar de puntillas por esta historia en favor del romanticismo del cuadro, aunque es posible que a Juanjo le cueste más olvidarlo, ¡casi perece asfixiado por el humo!
En fin, baste decir que nos quedamos contando estrellas hasta el amanecer, y ¡qué glorioso amanecer! Aunque, un momento, algo no encaja, el sol no está saliendo por los 90°, más bien por los 120, hay casi 30 grados de diferencia entre el lo que marca la brújula exterior y el rumbo que indica el ploter, revisamos la posición con ayuda del GPS y las cartas, y efectivamente, nos hemos desviado ligeramente hacia el sur. Tampoco pasa nada, corregimos y seguimos tirando millas. ¿Quién tiene prisa?
Y sí, es cierto, los rumores que habéis sin duda oído tienen fundamento, tuve que pedir asilo en el camarote de Juanjo para dormir, ¡pero es que no había otro camarote libre!, el capi se pasó toda la noche durmiendo en el de proa -se levantó a eso de las diez, todo avergonzado, “menudo capitán que estoy hecho, toda la noche durmiendo”, lo cual dicho sea de paso, nos vino estupendamente, ya que alguien tenía que hacer el turno de día-, Susana en cabina, Nacho ocupando todo el espacio del suyo … ¡Qué culpa tengo yo si luego sale Juanjo con una sonrisa de oreja a oreja, pavoneándose, tirando por la borda mi reputación! En fin, que tampoco fue para tanto. Juanjo está acostumbrado a los veranos egipcios y tiene la sensibilidad térmica muy averiada. Pese a que yo estaba casi asfixiada él dormía con todos los tambuchos cerrados y dentro del saco de dormir. En esas condiciones “não da”, que dirían en Brasil 🙂
Una vez esclarecida esta tórrida cuestión, pasemos a Ceuta. En Ceuta había una feria, las fiestas de Nuestra Señora de África.
En Ceuta hicimos shopping, cargamos con babuchas, teteras, vasos de té, bandejas de latón, etc, etc. Y cuando partimos, una agradable sorpresa en el Estrecho: viento, MUCHO viento.
¡Y cómo escoró el barco aquí la amiga! A Jose y Rafa que andaban por la banda les llegaba el agua por el tobillo.
Y, ola va, ola viene, risas, MUCHAS risas.
Quisimos llegar a Gibraltar, pero no hubo manera, teníamos el viento en contra y finalmente nos dejamos llevar y suavemente nos depositó en Puerto Banús. ¡Memorables los ronsitos que se marcó Juanjo con Brughal y un poco de limón mientras sonaba Luis Miguel y todos cantábamos a coro, viento de popa, Carmen al timón, no faltaba más. Pero al acercanos a tierra nos fuimos quedando sin viento, sin viento, y finalmente llegamos a Puerto Banús ya pasada la medianoche, en medio de la curiosidad de los turistas (¡qué vergüenza!, el barco sin recoger, el pelo hecho una maraña informe entre el salitre y el viento, atracados en el muelle de espera al lado mismo del “Lady Hyatt”, en fin, a Julián le hubiera dado algo). Cuando por fin atracamos, cenamos, nos duchamos y salimos del barco, ¡las cuatro y media de la madrugada!, todo un récord. Las chicas tenían curiosidad por ver el bar de Dinio, pero, ¿cómo vamos a encontrarle en medio de todo este follón?, pensaba yo. Pues nada, Puerto Banús está muy bien organizado, todo en la misma calle y a mitad de la misma Dinio’s bar con el propio Dinio a la puerta. Poco a poco fuimos cayendo, he de confesar que yo la primera, volví al barco sobre las seis y media, Nacho, Susana y el capi incombustibles, sobre las nueve. Incluso conocieron a unos kuwaitíes y les invitaron a visitar el velero. Del tirón decidieron sacar el barco y cuando amanecimos nos encontramos que ya estábamos cerca de Málaga.
Un aperitivito y unas clases de forró: vivan Gilberto Gil y su banda.
Susana y yo estábamos derretidas de calor, pero los chicos no encontraban una cala a su gusto, así que …
Por desgracia todo lo bueno se acaba, y tras un estupendo (¡por fin!) baño en una tranquila cala pasado Nerja (capi involuntariamente incluido) en seguida llegamos a Motril. Tuvimos que abarloarnos a un pesquero, pues no había atraques libres, las chicas y el capi solos ante el peligro, puesto que los chicos, como ya nos pasó en el puente de mayo con Julián llegando a San Pedro del Pinatar, escogen los momentos más inoportunos para desaparecer, ¿qué estarían haciendo por el puerto?. En fin, que nos desenvolvimos estupendamente, asombramos al capi una vez más en nuestra -¡oooooh!- última maniobra. Un broche perfecto para una singladura memorable.
No obstante, quedan algunos puntos oscuros todavía sin resolver, por ejemplo, ¿Quién se quedó los gayumbos de Hugo Boss que perdió Juanjo? ¿Es cierto que eran sus favoritos? ¿Es cierto que Rafa estuvo practicando el nudismo en cubierta? ¿Que escondía Nacho en el torso que nunca nos dejó verlo?
Para más detalles y esclarecimientos varios me temo que tendréis que recurrir a intentos de soborno, por ejemplo en una terracita a base de cervezas y tapas. ¡Ánimo!, somos fáciles de convencer. Un beso.